Teen wolf (1985)

Recuerdo este film con mucho cariño. Es una de esas películas que alguna vez vimos siendo tan sólo unos niños en la televisión, y que por algún motivo nos impresionó y que con el paso de los años nunca hemos llegado a olvidar. Existen en mi memoria muchos títulos que podrían ser catalogados bajo esa etiqueta, y por supuesto “Teen wolf” es uno de ellos.

La película está protagonizada por el carismático actor Michael J. Fox, que por aquel entonces se encontraba en el punto álgido de su carrera, ya que esta película se estrenó en el mismo año que “Regreso al futuro”, la cual había sido, poco tiempo antes, todo un éxito de taquilla.

El film posee un aspecto totalmente ochentero, algo que a mi particularmente me encanta. La ambientación, el vestuario tan característico de la época, la banda sonora pastelona, los personajes que aparecerían en el “manual para conseguir un perfecto film ochentero”, como el joven protagonista fracasado que aspira a adquirir un mayor prestigio en la escala social adolescente, el amigo gracioso-festero del protagonista, el chulo de turno, el gordito o la rubia guarrilla.

La trama nos sitúa en una pequeña y rutinaria localidad norteamericana en la que el protagonista, un joven estudiante, se siente como alguien del montón, sin aspiraciones, atrapado en un lugar que poco tiene que ofrecerle.

Pero todo cambia cuando repentinamente comienza a experimentar ciertos cambios en su organismo, que en un primer momento le hacen sentirse preocupado; su sentido del oído se híper desarrolla, le aparecen grandes cantidades de bello corporal, e incluso las pulgas se hacen un hueco en su cuerpo.

Finalmente un día descubre que lo que en realidad le sucede es que en su interior habita un hombre lobo, que hasta entonces había estado latente, pero que ha encontrado ahora el momento para aparecer. A raíz de este descubrimiento el protagonista deberá enfrentarse a los problemas que su nueva identidad conlleva, los cuales se ven agravados por el echo de que se encuentra en pleno desarrollo adolescente.

Ser un hombre lobo tiene sus ventajas y sus inconvenientes. El protagonista tiene que aprender a controlar sus nuevos poderes, ya que como se cita en la película, y hemos escuchado en muchos otros filmes, “un gran poder implica una gran responsabilidad”. Yo lo compararía un poco (a riesgo de que me llamen freak) con el poder de la fuerza y el lado oscuro de “Star Wars”. En este caso, la transformación en lobo conllevaría un acercamiento hacia el lado oscuro, todo es más fácil, más rápido, se tiene más poder, pero si éste no se sabe utilizar correctamente, termina volviéndose en tu contra.

No se puede catalogar esta cinta como un peliculón, pero si que merece la etiqueta de película de culto, enmarcada en una época en la que se hacía un cine distinto, un cine que realmente buscaba el entretenimiento y no únicamente reventar la taquilla, una época en la que se atrevían con todo y no había pudor a nada, en la que los efectos especiales se hacían a mano y no con ordenadores (ojo no digo que estos últimos no tengan su mérito), pero no me podréis negar que Chewbacca tiene mucho más encanto que Gollum!


En fin amig@s, un clásico de los ochenta, recomendado por un fanático del cine de los ochenta.

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